Cuando Marco Aurelio caminaba por las calles, aclamado por el pueblo romano, o lo hacía un general vencedor, era costumbre en el Imperio Romano que muy cerca lo acompañara un esclavo para susurrarle reiteradamente al oído: “recuerda, solo eres un hombre”, advirtiendo lo efímero de los vítores para evitar vanaglorias y pérdida de valores en el ejercicio del poder.
Lord Acton, un politólogo británico, sostuvo que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto, corrompe absolutamente” y la historia registra innumerables casos donde el poder despótico arrasó constituciones e instituciones, para perennizarse, saquear, traficar y convertir un Estado en una granja. Lee Kuan Yew, en Singapur, puede ser la excepción que confirma la regla.
¿Y los dictadores y caudillos que se corrompieron absolutamente,...