Cuando un policía abate a un delincuente en un país organizado, ordenado, donde el crimen es marginal, el agente es reconocido, la sociedad siente que la seguridad como bien público está en buenas manos y crecen la confianza y el bienestar. Aquí no es así. El suboficial de la Policía Nacional del Perú Elvis Miranda fue recluido por siete meses de prisión preventiva por abatir a un delincuente con antecedentes, quien había sustraído las pertenencias a un ciudadano en hecho flagrante.
Todos los días en el Perú se vulnera el principio de autoridad y la policía en vanguardia lo sufre. Un policía de tránsito puede ser atropellado o arrastrado por un delincuente al volante, recibir una cachetada de alguna furibunda mujer o caer muerto por un balazo y se le sepultará con honores quedando al aire el dolor de esposas, padres e hijos huérfanos. Y se entierra, cada vez, el principio de autoridad policial del uso legítimo de la violencia para defender a una sociedad angustiada por la inseguridad.
Qué decir de los bloqueos de carretera donde la turba anula los derechos de libre tránsito, apedrea policías e impone condiciones. El 2009, 23 policías y diez nativos murieron en el trágico “Baguazo”. Nativos movilizados por instigadores arremetieron contra la autoridad y ningún ejecutor o instigador fue sentenciado. El año 2010, la PNP denunció a más de 3,500 delincuentes bloqueadores de carreteras, 10 llegaron a instancias judiciales, ¿sentenciados?, ninguno.
Hoy la situación es similar, en 2018 fueron asesinados 21 policías y 90 esperan sentencia. Un notable y crítico jurista decía que las leyes estaban hechas para favorecer a los tramposos y cuando se encarcela en un santiamén al modesto “Comepollo” y un expresidente escapa con información suficiente para impedir su salida, coincidimos en que las leyes no favorecen el combate al crimen y cual alacrán se revierten contra quienes lo combaten.
Agustín Laje, politólogo argentino, escribió sobre “la cosificación de la policía” cuestionando que por asuntos ideológicos se deslegitime el uso legal de la fuerza donde el derecho policial no cuenta y se velan por derechos de los delincuentes. Los policías convertidos en cosas a las que se pueden apedrear, escupir, disparar, atropellar, asesinar. No hay derecho.
Los policías no son cosas sin humanidad. Los asesinan, se les cubre con la bandera y se llora por unas horas para decirles adiós. Rescatemos a la policía, dándole el sitial de Señor Policía con herramientas legales y un comando que no haga operaciones con “guantes blancos” creando falsos reflejos en filas. Ello de la mano con entrenamiento serio y obligatorio para no cometer errores con los derechos humanos de todos.