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2 de enero de 2019

Golpe de Estado (Expreso)


Empieza un nuevo año y en los pasivos del 2018 queda uno que dados los antecedentes históricos debió hacer sonar las alarmas y llamar la atención de todos los peruanos. Un amago de golpe de Estado invadió las redes sociales y fue cotilleo durante días sin merecer un categórico pronunciamiento o las denuncias del caso.

La república nació con golpes. El primero se produjo tan temprano como el 27 de febrero de 1823 con la independencia proclamada y cuando Junín y Ayacucho eran solo perspectiva. El Motín de Balconcillo terminó con una Junta Gubernativa manejada por el incipiente Congreso y dio lugar al nombramiento de José de la Riva Agüero como primer presidente del Perú.

Nuestro primer presidente fue uno de facto. No fue un cuartelazo propiamente sino del retiro de confianza a la Junta Gubernativa acompañado de la recomendación de quién debería ser el presidente y aceptada solícitamente por el Congreso. Digamos, un golpe de Estado cordial. Este antecedente fue el inicio de una larga y turbulenta historia. Desde entonces tuvimos muchos golpes de Estado, un sinnúmero de presidentes de facto y un costo de oportunidad difícil de cuantificar.

¿Qué motiva un golpe de Estado? La historia registra con frecuencia motivaciones ligadas a dos déficits nacionales: institucionalidad e intereses personales o de grupo desbocados. Las instituciones frágiles dejan brechas por donde se filtran los aventureros y no tienen capacidad disuasiva. La institucionalidad sigue siendo frágil en el Perú.

De otro lado están los intereses rapaces que no reparan en constitución ni leyes y que se ponen por sobre ellas. Este déficit puede tener diversas aristas: la conquista ilegal del poder por el poder, como reacción ante presión política o la necesidad de engendrar un gran caos que tape hechos cual cortina de humo. Un golpe para deponer a un gobierno democrático es tan grave que nadie debería siquiera insinuarlo.

Los golpes de Estado son fecundos en generar odios, resentimientos, corrupción, parálisis, sino retroceso. Bien harían quienes intentaron sembrar la idea de golpe en meses pasados, en darse golpes de pecho pensando en el Perú y bien haría el Estado peruano en establecer penas muy severas a quienes apologicen o pretendan soliviantar personas o instituciones en sus intentos de golpe. Estos, atentan contra los intereses superiores del Perú y deben eliminarse como posibilidad para siempre. No hay golpe de Estado bueno.