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20 de junio de 2014

Modelos Mentales y Cambio Cultural

Por: Otto Guibovich Arteaga.

Modelos mentales son imágenes que los seres humanos tenemos de una realidad que no requiere mayores explicaciones por sobrentenderse cierta, funcional, útil. Estas ideas, conocimientos, experiencias y convencimientos tácitos, impactan en nuestra forma de ser y hacer, condicionan nuestros procesos de toma de decisiones y la forma como actuamos e interactuamos en la vida real.

De otro lado, un dicho popular es un conjunto de palabras que pueden o no concordar en su sentido literal, pero expresa un propósito, o señala una actitud frente a determinadas circunstancias. Es "validado" por la aceptación y repetición colectiva que lo convierte además en cultura, como expresión resumida de modelos mentales arraigados en la sociedad.

“Soy su hermano, pero no sé nada”, es un dicho que resume la negación de lo evidente con criterio utilitario - funcional por complicidad o simplemente para no “meterse en camisa de once varas” que equivale a evitarse problemas. Es parte de lo que llamamos “viveza criolla” o aquella conducta versátil y todoterreno, de quienes pueden arrancarle jugo a las piedras pero cuyos valores harían palidecer las sentencias de Groucho Marx. (Yo tengo mis principios y si no les gusta, aquí tengo otros).

Un dicho popular que sintetiza un modelo mental muy nocivo en nuestra sociedad es el expresado como “hecha la ley, hecha la trampa”, que alude al poco respeto a la legalidad donde la ley se dicta y se burla o elude, buscando amarres ocultos de dónde cogerse. No son pocos sus cultores y promotores, justamente entre quienes deben velar por el derecho. Pero, no solo los abogados.

Si un sindicato paraliza la ciudad por alguna reivindicación y logra que el estado ceda como tantas veces, se dirá que “el que no llora no mama” en alusión a que los derechos llegan cuando se reclaman con fuerza pues ante la presión la autoridad débil, concede.

Si se promueve el dialogo, hay que hacerlo con el primer ministro o con el presidente pues en nuestro país se “habla con Dios, pues los ángeles son de palo”. Los burócratas intermedios no solucionan y ofrecen “el oro y el moro” o te “doran la píldora” y si insistes te aplican la política de la “mecedora” que es patear los problemas ad infinitum.

Si una autoridad amenaza acabar con la delincuencia y esta sigue creciendo, le calza perfectamente aquello de “perro que ladra no muerde”,  o sea ofrecer y ofrecer sin mayor responsabilidad ni vergüenza. Y si alguien hace obras tangibles pero es cuestionado ética y moralmente, se dirá “roba pero hace obra”, que suena a aval del esfuerzo a cualquier precio, en relación a necesidades urgentes de la población. Contrariamente, aparece otro que puede convertirse en modelo mental: “No hace nada, pero es honesta”.

Si el crimen pone al ciudadano “contra las cuerdas”, es que estamos siendo desbordados pero si le llamamos percepciones, entonces “le quitamos la nalga a la jeringa" y evadimos responsabilidades que se conoce como “lavada de manos” a lo Pilatos o criollamente “ni chicha ni limonada”. Es decir, a sobrevivir con el problema.

Vladimiro Montesinos demostró que “toda autoridad tiene un precio” con videos que pueden ser la radiografía de la historia del Perú. Hoy en prisión alguno podría enrostrarle: “con la misma vara que mides serás medido”. Aun así el “doc.” puede tener argumentos para hacer “comulgar con paletas de molino” a fiscales y jueces.

Si, a pesar de los evidentes crímenes en Ancash, alguien defiende y “pone las manos al fuego” por Álvarez y compañía, intenta “vendernos gato por liebre” o falsear la verdad. Los congresistas tránsfugas encajan dentro del género de traidores  a una causa, si es que la tenían y los define el dicho “dar un beso de Judas”.

Hay también el positivo “al que madruga Dios le ayuda” que relaciona la importancia de la anticipación con  las oportunidades; o el previsor “guardar pan para mayo”, que equivale a pensar la vida en todo su horizonte y acopiar para épocas difíciles. Las políticas asistencialistas sin engranaje en ocupaciones productivas, carecen de previsión y no son sustentables. No nos comamos todo el pan.

“Apostar a ganador” también es previsor pero con doble arista. Si un minero informal, formal o quizá un cocalero, aporta fondos en cualquier modalidad a quien puede acceder al poder es proactivo pero nocivo, pues su correlato serán los favores futuros. “Hoy por ti, mañana por mí” lo sintetiza mejor.

Tan delicado como la polarización ideológica que divide a los peruanos, es aceptar “realidades tácitas” moralmente cuestionables. Si queremos cambiar y ser una sociedad más competitiva, no podemos pensar igual y actuar en consecuencia. Se requiere cambiar modelos mentales que provocan deformaciones en ver y entender el mundo.

Urge un cambio cultural, es decir de algunas costumbres, creencias y esencialmente de valores, que están en la base misma de cualquier esfuerzo pro sociedad. No es “tirarles la pelota”, pero es responsabilidad de universidades, colegios y el hogar mismo, impulsar redefiniciones en ciertos modelos mentales que lleven al cambio. Es muy difícil creer que los políticos puedan hacerlo, al menos los de esta generación.

Tampoco hay que “tirar la toalla”, porque sí se puede. El Perú es más grande que sus problemas, Basadre dixit.

4 de junio de 2014

Morir de sed, teniendo tanta agua

Nuestro país tiene serias deficiencias de distribución poblacional. La costa, angosta y árida que representa menos del 10% del territorio, comprende al 55% de la población y la selva que equivale al 62% del territorio nacional, solo tiene un 13% de la población. La cordillera podría ser la zona más equilibrada entre superficie y población.

Esa disímil distribución genera enormes presiones en la costa y una inmensa ruralidad en selva y sierra. La ciudades costeras son demográficamente densas en espacios reducidos que genera hacinamiento, carencia de agua potable, escaza agricultura que recurre a aguas subterráneas, pobladores sin servicios de agua y desagüe, etc.

Fallamos en entender la importante relación espacio-población en las decisiones políticas. La migración del campo a la ciudad, que nunca fue preocupación ni asunto de estado, creó una situación de equilibrio precario que se alcanzó de manera casi natural, con gobiernos reactivos llegando casi siempre cual bomberos, después del incendio.

Tenemos más de 1,330 ríos de diverso caudal, repartidos en tres cuencas: del Pacífico, Amazonas y del Lago Titicaca y con ello somos dueños del 4% del agua dulce mundial, lo cual no es poco para un país que ocupa el  puesto 20 en tamaño geográfico. Pero, más del 90% discurre de oeste a este, es decir de los andes al Amazonas y consiguientemente al Atlántico y solo el 2% en dirección a la costa. Con el añadido que los caudales cada vez son menores por el deshielo y disminución de glaciares.

Hay una desproporcionalidad en la distribución natural del agua, en relación a la distribución "casi natural" de la población sobre el suelo peruano. La costa tiene inmensas áreas aptas para el agro sedientas de agua mientras en la selva la abundancia de agua, paradójicamente tampoco garantiza servicio de agua y desagüe.

La mayoría de nuestros ríos que descienden desde 4,000 metros de altitud hasta los llanos podrían catapultarnos como una potencia exportadora de energía eléctrica limpia a la región. Hasta la posibilidad de ser uno de los graneros de la región a partir de la ecuación agricultura y pisos ecológicos, donde pocos en el mundo pueden hacernos competencia.

Estas posibilidades no dejan de ser una esperanza cuando constatamos como millones de metros cúbicos de aguas estacionales, especialmente las que discurren hacia el Pacifico, son perdidas sin remedio por incapacidad de embalse o ausencia de políticas de tratamiento de aguas usadas donde más del 80% van directamente a contaminar el mar. Qué decir del casi inexistente riego tecnificado o de la población más pobre que debe pagar precios vergonzosos por cilindros de agua.

A pesar de la necesidad urgente de más aguas en la costa, no hemos tenido proyectos de trasvase de aguas de gran envergadura. Olmos puede ser el mayor pero necesitamos decenas de otros proyectos similares que en su recorrido generen energía y luego trasformen los desiertos en campos de cultivo, generen empleo, posibilidades de exportación y mejora de las condiciones de vida de millones de peruanos.

Desalinizar aguas marinas sigue siendo una alternativa muy costosa. Chile, uno de los países que más agua y energía demanda, ve conveniente traer aguas desde las cauces del rio Fuy, en la Región de Los Rios, a 2500 kilómetros de Arica, mediante ductos con capacidad de entre 40 y 100 metros cúbicos por segundo. Ello le resultaría más económico que desalinizar aguas marinas. En el caso peruano cualquier trasvase de aguas seria en distancias menores y más económicas.

Se habla de conflagraciones por el agua y no hay que descartarlas. Ellas empezarían  por disputas entre consumidores, agricultores, industriales, mineros, o entre regiones que nieguen apoyo a otras, etc. Agua que en contexto abunda pero es crónicamente mal gestionada.

La mejor enseñanza que debemos extraer del litigio en La Haya, es la forma como se involucra la nación cuando la causa es entendida como un objetivo y política de estado. Trasvasar aguas desde el ande y la selva es un imperativo que merece ser considerado como objetivo nacional y política de estado donde todos, especialmente los políticos, lo entendamos y aceptemos como indispensable para el futuro de las nuevas generaciones de peruanos.

Es tiempo de ver el futuro, pero no el de las elecciones del 2016, sino del 2050 en adelante. La visión “cortoplacista”, hace que los esfuerzos más denodados, no salgan del ámbito táctico y caigan en inconexiones que anulan la visión de conjunto del Perú y los peruanos. Es decir, no nos esmeramos solo en mirar el árbol, veamos también el bosque.