Por: Otto Guibovich Arteaga.
Modelos mentales son imágenes que los seres humanos tenemos de una realidad que no requiere mayores explicaciones por sobrentenderse cierta, funcional, útil. Estas ideas, conocimientos, experiencias y convencimientos tácitos, impactan en nuestra forma de ser y hacer, condicionan nuestros procesos de toma de decisiones y la forma como actuamos e interactuamos en la vida real.
De otro lado, un dicho popular es un conjunto de palabras que pueden o no concordar en su sentido literal, pero expresa un propósito, o señala una actitud frente a determinadas circunstancias. Es "validado" por la aceptación y repetición colectiva que lo convierte además en cultura, como expresión resumida de modelos mentales arraigados en la sociedad.
“Soy su hermano, pero no sé nada”, es un dicho que resume la negación de lo evidente con criterio utilitario - funcional por complicidad o simplemente para no “meterse en camisa de once varas” que equivale a evitarse problemas. Es parte de lo que llamamos “viveza criolla” o aquella conducta versátil y todoterreno, de quienes pueden arrancarle jugo a las piedras pero cuyos valores harían palidecer las sentencias de Groucho Marx. (Yo tengo mis principios y si no les gusta, aquí tengo otros).
Un dicho popular que sintetiza un modelo mental muy nocivo en nuestra sociedad es el expresado como “hecha la ley, hecha la trampa”, que alude al poco respeto a la legalidad donde la ley se dicta y se burla o elude, buscando amarres ocultos de dónde cogerse. No son pocos sus cultores y promotores, justamente entre quienes deben velar por el derecho. Pero, no solo los abogados.
Si un sindicato paraliza la ciudad por alguna reivindicación y logra que el estado ceda como tantas veces, se dirá que “el que no llora no mama” en alusión a que los derechos llegan cuando se reclaman con fuerza pues ante la presión la autoridad débil, concede.
Si se promueve el dialogo, hay que hacerlo con el primer ministro o con el presidente pues en nuestro país se “habla con Dios, pues los ángeles son de palo”. Los burócratas intermedios no solucionan y ofrecen “el oro y el moro” o te “doran la píldora” y si insistes te aplican la política de la “mecedora” que es patear los problemas ad infinitum.
Si una autoridad amenaza acabar con la delincuencia y esta sigue creciendo, le calza perfectamente aquello de “perro que ladra no muerde”, o sea ofrecer y ofrecer sin mayor responsabilidad ni vergüenza. Y si alguien hace obras tangibles pero es cuestionado ética y moralmente, se dirá “roba pero hace obra”, que suena a aval del esfuerzo a cualquier precio, en relación a necesidades urgentes de la población. Contrariamente, aparece otro que puede convertirse en modelo mental: “No hace nada, pero es honesta”.
Si el crimen pone al ciudadano “contra las cuerdas”, es que estamos siendo desbordados pero si le llamamos percepciones, entonces “le quitamos la nalga a la jeringa" y evadimos responsabilidades que se conoce como “lavada de manos” a lo Pilatos o criollamente “ni chicha ni limonada”. Es decir, a sobrevivir con el problema.
Vladimiro Montesinos demostró que “toda autoridad tiene un precio” con videos que pueden ser la radiografía de la historia del Perú. Hoy en prisión alguno podría enrostrarle: “con la misma vara que mides serás medido”. Aun así el “doc.” puede tener argumentos para hacer “comulgar con paletas de molino” a fiscales y jueces.
Si, a pesar de los evidentes crímenes en Ancash, alguien defiende y “pone las manos al fuego” por Álvarez y compañía, intenta “vendernos gato por liebre” o falsear la verdad. Los congresistas tránsfugas encajan dentro del género de traidores a una causa, si es que la tenían y los define el dicho “dar un beso de Judas”.
Hay también el positivo “al que madruga Dios le ayuda” que relaciona la importancia de la anticipación con las oportunidades; o el previsor “guardar pan para mayo”, que equivale a pensar la vida en todo su horizonte y acopiar para épocas difíciles. Las políticas asistencialistas sin engranaje en ocupaciones productivas, carecen de previsión y no son sustentables. No nos comamos todo el pan.
“Apostar a ganador” también es previsor pero con doble arista. Si un minero informal, formal o quizá un cocalero, aporta fondos en cualquier modalidad a quien puede acceder al poder es proactivo pero nocivo, pues su correlato serán los favores futuros. “Hoy por ti, mañana por mí” lo sintetiza mejor.
Tan delicado como la polarización ideológica que divide a los peruanos, es aceptar “realidades tácitas” moralmente cuestionables. Si queremos cambiar y ser una sociedad más competitiva, no podemos pensar igual y actuar en consecuencia. Se requiere cambiar modelos mentales que provocan deformaciones en ver y entender el mundo.
Urge un cambio cultural, es decir de algunas costumbres, creencias y esencialmente de valores, que están en la base misma de cualquier esfuerzo pro sociedad. No es “tirarles la pelota”, pero es responsabilidad de universidades, colegios y el hogar mismo, impulsar redefiniciones en ciertos modelos mentales que lleven al cambio. Es muy difícil creer que los políticos puedan hacerlo, al menos los de esta generación.
Tampoco hay que “tirar la toalla”, porque sí se puede. El Perú es más grande que sus problemas, Basadre dixit.