Un ciclo de gobierno comprende cinco años e involucra por igual al ejecutivo y legislativo. Erróneamente se cree que solo el ejecutivo es sinónimo de gobierno y por tanto poco importa si cada poder hace cuanto prefiere y no tenemos al menos una agenda país por 20 años. Un estado tiene tres tareas fundamentales y las asigna a instituciones, dos de las cuales son elegidas y empoderadas por voto popular para conducir el estado e implica generar políticas de estado duraderas y convergentes.
El pueblo peruano eligió presidente, vicepresidentes y congreso para un periodo de gobierno de cinco años, no para hacer de la política un campo de Agramante, sino para dar soluciones a innumerables problemas que agobian a la sociedad y sobre todo para proyectar al país hacia el futuro que es donde se encuentran las oportunidades que particularmente los jóvenes, requieren y demandan.
Si bien el ejecutivo tiene las tareas operativas del estado, el legislativo debe fiscalizar y proyectar leyes en concordancia con las necesidades de un país en crecimiento, con mejores servicios en salud, transporte, seguridad, educación y mejores oportunidades y posibilidades en este mundo más complejo y demandante.
En este quinquenio más que en otros, ambos poderes decidieron pelear. Un presidente se vacó, vino la sucesión democrática y con ello la esperanza que nunca falta. Todo, en el turbulento marco de investigaciones por Lava Jato y los consabidos blindajes congresales, el manido “otorongo no come otorongo” y más. El escenario demandaba liderazgo situacional y visionario y prefirieron convertirse en enemigos políticos, no adversarios.
Hay que luchar contra la corrupción, investigar hasta el último resquicio y desmantelar las bandas que se roban hasta las esperanzas. Podemos mitigar y eliminar la corrupción con convicción, sin descuidar la economía que provee los recursos para combatir los problemas sociales, reconstruir el Norte y seguir combatiendo la corrupción, formando un circulo virtuoso y ello demanda políticas de estado. A cambio de ellas, se atrincheraron vociferantes, amenazantes, prevaleciendo la irresponsable discordia. ¿Y el Perú? Un ring de box político.
Hoy ambos poderes llevan plomo en el ala por heridas autoinfligidas, donde la solución más rápida puede ser de daño mínimo. Cuanto más rápido salga el Perú de este oscuro callejón, más posibilidades tendrá de recuperar los años perdidos y volver a crecer en su real potencial.
Dada la deteriorada credibilidad de los actores, se ha llegado a un punto de no retorno y es muy difícil pretender volar hasta el 2021 sin alas y sobre todo a alto costo para el Perú y su destino.
Posiblemente la justicia, pero inevitablemente la historia, juzgará estos liderazgos.