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5 de junio de 2019

¿Matando al enfermo? (Expreso)


Nuestra república nació con fórceps, no todos aspiraban la independencia por igual. En las batallas decisivas pelearon peruanos contra peruanos y ese legado devino en maldita costumbre que se extiende hasta hoy, vivimos de pelea en pelea.

Si se trata de pelearse entre nosotros, ahí están los primeros 50 años de república. Todos contra todos, hasta que vino la rapiña hecha guerra de quienes observaban y acaso reían de nuestras desgracias internas e hicieron de la somnolencia una pesadilla.

No emergió la nueva república con una visión de futuro compartida, ni con instituciones que forjen un nuevo Estado y lo más dramático, sin liderazgo visionario -hasta hoy- que diese norte a un país de “desconcertadas gentes”, según Piérola.

Por el contrario, las instituciones heredadas fueron y son lastres que hunden nuestras aspiraciones. Los privilegios, el desprecio y maltrato a los “seres inferiores”, la mentira como arma política, el irrespeto a la institucionalidad, considerar al estado como lactario de zánganos y pillos, la indiferencia ante el compatriota andino o selvático o el robo al Estado para luego huir a paraísos lejanos a vivir el sueño de millonario impune, se hicieron cultura.

Algunas lecciones aprendimos pero nunca cortamos las lacras de raíz ni reformamos pues desde las cúpulas nunca interesó hacerlo. La corrupción gravísima fue descubierta de chiripa y no por el sistema de control nacional. Abrieron la cloaca y conocimos el rostro excrementicio de presidentes, gobernadores, alcaldes, viceministros y más, involucrados en corrupción exponencial. Saqueo al Perú en medio de pobreza y extrema pobreza mientras la política ¡Ay sigue pudriéndose!

El congreso, es cada vez es peor que el anterior, señal que la plataforma que sostiene a la política está en crisis. Se buscan cambios acelerados y ciertamente tenemos que cambiar y fortalecer la institucionalidad sin destruir la institucionalidad remanente. El congreso está enfermo, infectado y quizá grave: blindajes, archivamientos, sin prioridades, cobran o les pagan lo que no corresponde y solo se dan cuenta cuando la prensa los delata. Aún así, no se puede matar al enfermo, sino curarlo.

Los cambios constitucionales tienen permanencia y demandan reflexión. Hegel, ideó la dialéctica: tesis, antítesis, síntesis que es lo menos que debe exigirse y si los plazos son cortos, postérguense las semanas de representación y trabájese horas extras.

En el mes de la bandera, recordemos a Bolognesi a pocos días de su plazo mortal, criticando a quienes lo sentenciaron: “Dios decidirá este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapaz conducta, la sentencia que nos aplicará el enemigo”

¿Cuánto ha cambiado la política y los políticos?

Congreso y Ejecutivo, demuestren que su conducta no es incapaz y que algo aprendimos.