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6 de febrero de 2019

Madre de Dios y la guerra equivocada (Expreso)

En 1567, Juan Álvarez de Maldonado navegaba por el río Amarumayo y en un recodo halló una palizada de troncos, ramas y palos formando caprichosamente el rostro de la Virgen y exclamó “¡Madre de Dios!” Más tarde el rio y la gobernación de Nueva Andalucía pasarían a llamarse Madre de Dios como hasta hoy.

Madre de Dios es el tercer departamento más grande del Perú. Solo su provincia de Tambopata es más grande que Tacna y Moquegua juntos. Tiene tres Parques Nacionales, una Reserva Nacional y tres reservas locales para proteger su biodiversidad, la más grande del país y una de las más importantes del mundo.


Hoy es escenario del más agresivo ataque multidimensional que el país registre: narcotráfico, minería ilegal, trata de personas, contrabando, depredación de flora y fauna, crimen organizado y sus derivados: prostitución, pobreza extrema y sin duda más corrupción.

Unos años atrás el Estado peruano declaró, con bombos y platillos, la guerra a la minería ilegal en Madre de Dios. Detonaciones, voladuras y pirotecnia política acabaron con algunas dragas en nombre de la formalización minera para apagarse luego con unos cuantos formalizados. El 99 % se congeló hasta que acabe el entusiasmo.

Uno de los más graves errores estratégicos de líder político alguno, es pelear la guerra equivocada con procedimientos y objetivos peor seleccionados. Casi como declararle la guerra a la banda de músicos del enemigo.

Se destruyeron dragas a dinamitazos, pero los dos sistemas más depredadores conocidos como el “shute” y la chupadera no fueron ni quiñados. La depredación sigue viento en popa y en 2018 se han destruido más de 9,000 hectáreas adicionales de bosques, explotando el oro aluvial, ampliando la frontera cocalera, depredando simplemente. No hay derecho.

Los cultivos de coca, principalmente en Inambari y Tambopata, crecen según modelo Vraem con sembríos optimizados de 40 mil plantas por hectárea que dispara la productividad de cocaína y dada la proximidad a las fronteras, facilita su comercialización fuera del alcance de la ley peruana. De otro lado las normas del Minem y Minam, cuyos acrónimos solo difieren en una letra, no están alineadas y en algunos casos pueden ser contradictorias.

Si las amenazas son multidimensionales las soluciones deberán serlo. Se impone un enfoque transversal en un marco de declaratoria de emergencia urgentemente. Recuerdo al general Huamán Centeno en Ayacucho explicando que algunos problemas demandan soluciones multisectoriales y no solo militares y fue arremetido ferozmente. La lección debe aprenderse e integrar fuerzas y esfuerzos para una solución definitiva e integral que durará dos o tres quinquenios.

De hermoso nombre, hoy, no es bienaventurado ¡Madre de Dios!