En el diccionario jurídico de la RAE se dice que la estafa es el “delito que comete aquel quien con ánimo de lucro, utiliza el engaño para producir error en otro, induciéndolo a un perjuicio propio y ajeno”. La cualidad principal de la estafa es el engaño. La estafa política es entonces el engaño que tiene como utilidad, alcanzar el poder engañando a los electores.
No es nueva la estafa política, como es vieja la indiferencia ante la estafa especialmente en campañas eleccionarias. Los peruanos parecemos acostumbrados a que nos mientan y algunos candidatos lucren con los votos y la población luego descubra la pesadilla cuando el politiquero alcanzó el poder y cínicamente no hace cuanto prometió.
La estafa política es hacer lo contrario o incumplir aquello que se prometió en un proceso eleccionario y de ello podemos presentar centenares de casos. Desde la oferta de “no shock económico” de Fujimori en 1,990 quien terminó haciendo lo contrario; como la oferta de 500 soles para cada ancashino quienes abrumadoramente votaron por un candidato gracias a falsas expectativas creadas.
La historia del pasaporte norteamericano de un candidato fue una de mentiras tal como “la honestidad que hace la diferencia”, “el balón de gas a 12 soles”, “acabaré con la delincuencia”, “soy profesor de Harvard”, “reduciré la publicidad estatal”, “pena de muerte para violadores”, “erradicaré los services” y cientos más. Algunos fueron eslóganes de campaña de candidatos que agrandaron la brecha entre políticos y ciudadanos. Obviamente la estafa es mayor cuando bajamos al nivel de gobiernos regionales y locales. Si arriba se estafa, cual onda expansiva esta, se multiplica hacia abajo.
La población sufre de desafección política por ser víctima de engaño recurrente. La estafa política es casi parte del paisaje y lo aceptamos sin preguntarnos por la absurda relación entre la política como servicio y el engaño al pueblo a quien se pretende servir. La política como servicio y la estafa política tienen que ser incompatibles.
Días atrás el gobernador de Ancash y otros funcionarios, decidieron que en el manoseado proyecto Chinecas, se construya una bocatoma en Tablones, cuando durante el proceso eleccionario, las juntas de regantes, agricultores y otros electores recibieron la promesa del entonces candidato de construir una bocatoma única a 412 m.s.n.m. a la altura de la de Chavimochic. Hoy se sienten estafados.
Igualmente, se estafa a las 20 mil familias de las 217 y 308 hectáreas en Nuevo Chimbote, quienes año tras año son estafados por cuanto político va en busca de votos. Promesas incumplidas todas pero votos ganados. No. La estafa política como matriz de mentiras debe combatirse y tipificarse como falta o delito y empecemos a cambiar para entrar con paso firme al tercer centenio.