Hay dos fenómenos que acechan la seguridad nacional y que están además fuertemente vinculados a la seguridad ciudadana: el neoterrorismo y el narcotráfico.
Un asesino en masa capturado en EEUU luego de dispararles a inocentes aceptó haberlo hecho bajo el efecto de las drogas. Muchos casos de violencia se vinculan al consumo de drogas. Delincuentes drogados asaltan a “cambistas” de moneda extranjera para robar 20 soles, no dudan en disparar y asesinar a quien busca una alternativa informal de supervivencia. Terrorismo y drogas juntos constituyen un peligroso cóctel que causa muertes, mutilaciones y la sociedad los alberga casi sin divisarlos.
El terrorismo ya no se reduce solo al viejo precepto de generar violencia para intimidar a la sociedad. Seguir de cerca la evolución del terrorismo mundial, particularmente al yihaidista Al Qaeda, al Estado Islámico (Daesh), Boko Haram y otros, nos muestra las diversas facetas que el terrorismo viene desarrollando para constituirse en método para alcanzar un objetivo o simplemente en un fin en sí mismo para eliminar a quienes no piensan como los perpetradores.
Hoy en el Perú el neoterrorismo sigue posicionando tácticas diferentes a aquellas empleadas en el siglo pasado. Los remanentes del Vraem aprendieron que nada pueden conseguir de espaldas a la población e intentan ganarse a la sociedad, particularmente aquella alejada y fuera de la influencia del Estado y ligada al sembrío de hojas de coca o los procesos del TID.
El Movimiento por la amnistía y defensa de los derechos de los terroristas presos (Movadef) no ha cesado en su activismo y si antes se cubrían el rostro hoy pechan a la policía y mueven los hilos del lado violento de una protesta, particularmente en jornadas antimineras, mimetizándose con quienes protestan genuinamente. Las justas demandas son aprovechadas por neoterroristas.
Resulta evidente que algunas movilizaciones multitudinarias para bloquear carreteras o paralizar regiones, demandan una inmensa logística, si es de larga duración. ¿Quién provee los recursos para sostener cientos o miles de personas durante tanto tiempo paralizando vías o regiones del interior del país? ¿Alguien en el siglo XXI regala dinero para movilizaciones? Si: el chavismo y también el narcotráfico.
Los desafíos de los servicios de inteligencia entonces, son hoy más complejos pues ambas amenazas tienen sofisticados sistemas de encubrimiento pues su supervivencia depende exclusivamente de la seguridad que los encubra de la autoridad.
El imperio de la ley y el orden es una responsabilidad inalienable de la autoridad, por tanto hace falta potenciar la inteligencia estratégica que debe ser esencialmente predictiva para que la sociedad viva en paz.
Esta simbiosis que busca izar banderas contra el Estado debe ser desarticulada y sus fuentes de financiamiento pueden encerrar alguna de las claves.