Una crisis puede ser fuente de oportunidades si dejamos la modorra y sin olvidar lo sucedido, buscamos alternativas a la crisis. Seamos claros, la democracia demanda la vigencia de tres poderes que generen balance y hoy están aptos dos, por lo tanto somos solo una “democracia 240”. Será el TC quien dirima pronto, lo que versados constitucionalistas consideran una vulneración a la Constitución.
Con hechos consumados por ahora, no podemos quedarnos en la crítica sino advertir que el Congreso a elegirse, nacerá siguiendo los mismos procesos, con la misma valla, los mismos partidos y nada garantiza que el resultado vaya a ser diferente y el riesgo de ser etiquetado el peor de todos, está en ciernes.
Pedro Dávalos Sisson en su obra “la Primera Centuria” en 1919, decía: “nuestros congresos son malos, muy malos, pero es imposible vivir sin ellos…”. En vísperas del bicentenario ha sido cerrado una vez más y se imponen cambios radicales para no esperar que nuestros nietos celebren el tricentenario con crisis permanentes. Aquí algunas propuestas:
1. Hacen falta leyes de desarrollo constitucional que despejen nebulosas y cierren brechas que puedan ser mal utilizadas por cualquier poder del Estado.
2. Urge un Consejo de Estado para unir a los tres poderes en objetivos nacionales y políticas de largo plazo que generen compromiso y un rumbo común.
3. La inmunidad parlamentaria debe adaptarse a nuestras necesidades y ser una prerrogativa y no derecho automático. Una Comisión de Inmunidad debe otorgarla a aquellos congresistas que viéndose amenazados lo requieran.
4. Es impostergable legislar sobre la renovación por tercios o mitades cuyas elecciones pueden coincidir con las regionales y municipales. En elecciones, debe expectorarse congresistas facinerosos que contaminen al Congreso.
5. La corrupción muta y cambia de actores en todo el abanico político. Este cáncer público debe ser sancionado con cadena perpetua para funcionarios que delincan. La Contraloría requiere mayores atribuciones preventivas y sancionadoras.
6. Por extensión, el narcotráfico merece en todas sus dimensiones la cadena perpetua. Ya hubo bancadas de cocaleros y narcotraficantes y no sabemos del ejecutivo y judicial.
7. También urge legislar e implantar la cadena perpetua para quienes violen la Constitución aprovechando el voto popular para acaparar el poder e imperar discrecionalmente.
Mucho por hacer como para no preguntarse: ¿Por qué llegamos a estos extremos?