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10 de julio de 2019

El fútbol y la identidad nacional


Hemos vivido días de efervescencia emocional gracias al fútbol. Sentimientos comunes, juntaron a peruanos de todos los confines, credos, etnias, sexo, estratos económicos, todos. Es que el fútbol viene actuando desde hace tiempo como unificador y reforzador de identidades.

El fútbol trasciende lo puramente deportivo e impacta en lo económico, cultural, social y también político. Recordemos a Morales Bermúdez enfundado en una camiseta bicolor en el camerino peruano o Bolsonaro posando ayer, copa en mano junto a los campeones.

¿Qué hace tan atractivo al futbol de selecciones para acaparar la atención de millones de personas? La primera razón es la representatividad. Representan a un país y todos nos sentimos representados en los jugadores que lucen nuestros colores. Luego, la confrontación contra selecciones similares que pelean por lo mismo en una dialéctica de voluntades en pos de un mismo objetivo: la victoria. Esto último se traduce en la cancha en: estrategias, tácticas, fintas, gambetas, creatividad y goles, sinónimo de éxito.

Transversal a todo lo anterior está la tecnología que permite ver, oír o seguir en redes desde cualquier lugar y acompañar a nuestros héroes intermedios, quienes luchan por una victoria en un campo de Agramante donde la confusión adversaria, es el logro del estratega propio.

En ese Perú dual sobre el que escribe Richard Webb, conviven también lo ordinario y extraordinario. En el fútbol lo ordinario son los torneos internos llámese descentralizado, copa bicentenario y otros, donde el sufrimiento del hincha no encuentra consuelo por el nivel futbolístico y pobreza dirigencial. Lo extraordinario, representado por el desempeño de la selección que acapara miradas y emociona a millones hasta las lágrimas, revive canciones, reactiva la economía con polos, gorras, banderas o restaurantes bautizando platos con nombres de los nuevos héroes.

Según Gustave Le Bron, en la sicología de masas se produce un contagio de sentimientos donde el individuo es hipnotizado por acciones de terceros, en este caso el equipo y sus éxitos y el torrente de sentimiento nacional, crece conforme el equipo asciende y triunfa.

La población peruana tiene embalsados deseos de éxitos deportivos que por décadas fueron esquivos y se desembalsa cuando Gareca el gran estratega, logra que jugadores-obreros se conviertan en una orquesta cuya sinfonía hechiza y nos alerta que ello podría replicarse en la política, la economía, lo social. Ergo, esas orquestas necesitan Garecas.

Los seres humanos buscamos el éxito y los peruanos después de décadas desgraciadas de terrorismo, crisis económica, corrupción supina, tenemos sed de logros, de acciones exitosas que ayuden a construir una espiritualidad compartida, que no es otra cosa que la identidad peruana para sentirnos iguales, sobre la misma vía y hacia el mismo objetivo. Gracias Gareca y equipo, por señalar el camino.

¡Sí se puede!