No existen los desastres naturales, lo que existen son desastres humanos. Los fenómenos naturales como huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, huaicos, tormentas y más, se han producido y producirán en cualquier tiempo y lugar y si las decisiones humanas de ocupación territorial o desarrollo de infraestructura son deficientes, los desastres humanos estarán garantizados.
Si un huracán o tormenta se produce en mar abierto lejos de las costas, no será un desastre al no haber población, como un gran huaico en una quebrada despoblada, será solo un evento para la estadística. El problema es entonces el ser humano y sus catastróficas decisiones.
La erupción del volcán Vesubio el año 79 DC, es uno de los desastres más famosos de la antigüedad, arrasó las ciudades de Pompeyo y Herculano cubriéndolas con capas de tres metros de lava y causó la muerte de más del 30 % de su población. En el Perú, tenemos poblados circundando volcanes y en el propio Misti el más emblemático, las invasiones siguen subiendo por las laderas del volcán. ¿Hasta cuándo, hasta dónde?
El “Aluvión de Ranrahirca” de 1962 causó la muerte de 3 mil personas y fue el preludio del gran desastre humano ocurrido en 1970 cuando la secuencia del terremoto y desprendimiento glaciar del Huascarán, arrasó Yungay y se llevó más de 50 mil vidas en instantes y aún persisten poblaciones vulnerables a un nuevo fenómeno de similares características en la zona.
Huaraz se ubica entre la hermosa laguna Palcacocha a 4600 msnm y el río Santa. Se han desarrollado sistemas de monitoreo con sensores por el Inaigem pero el proyecto completo del gobierno regional sigue demorando. 18 millones de metros cúbicos de agua, doblan la capacidad de hace 45 años y la tendencia es creciente. Hay tareas muy urgentes y prioritarias.
En la capital hay un río cuyo nombre advierte lo que viene: Huaycoloro. Invadidos sus márgenes y recodos, en 1996 recuperó su cauce y las aguas del huaico llegaron hasta la plaza de armas. En 2017 arrasó puentes, viviendas, oroyas y todo artefacto invasor. De la Quebrada de los Loros baja el huaico.
Otro río capitalino es más elocuente y se llama Chillón; sus aguas claman por sus cauces que los humanos invaden. Qué decir del “Río Hablador” o Rímac que año a año murmura peligro y los mortales ¡ay! siguen invadiendo. Los antiguos peruanos nombraban a los fenómenos por sus signos y efectos que hoy no queremos entender y la autoridad como casi siempre, reaccionando sin idea de prevención.
Después de todo fueron seres humanos quienes causaron la muerte de 90 millones de personas en las guerras del siglo XX. Los desastres son humanos.