Los jóvenes son el futuro del Perú, decimos con acierto, pues en las próximas décadas ellos serán los protagonistas de cruciales decisiones en un país que no puede escapar a la vorágine del salto tecnológico que es cualidad de este siglo. Tras ello la verdad monumental es que los jóvenes son también una realidad presente en un Perú de un inmenso potencial de crecimiento, sin concretarse.
Según investigaciones, aproximadamente 360 mil jóvenes ingresan cada año al mercado laboral y deben luchar para conseguir trabajo. Ello demanda que el Perú crezca por encima del 3%. Entonces, los últimos años solo hemos agrandado la brecha de desempleo que afecta directamente a esa juventud que la imaginamos como el futuro promisorio y descuidamos su presente real y precario por falta de políticas desde el Estado.
A lo anterior, debemos sumarle la contingencia migratoria de casi un millón de venezolanos y donde el Estado prefirió que una mano invisible los ubique en el mercado de trabajo. Para los migrantes el trabajo es supervivencia inmediata e implica trabajar desde el mismo día en que llegan, en lo que sea y como sea, ocupando puestos de trabajo. Crecer más como país es entonces un imperativo y para eso se requiere que los políticos trabajen más y mejor y no como en los últimos años.
El Consejo Nacional de la Juventud (Conaju), otrora de rango ministerial, es hoy una secretaría en un ministerio y sin mayor trascendencia cuando pudo ser un vehículo articulador de políticas destinadas a fortalecer la presencia de más y más jóvenes en un mercado laboral cada más más especializado y competitivo.
En el caso de Áncash, existen provincias cuyas tasas demográficas decrecen cada año debido a la migración en búsqueda de oportunidades en ciudades grandes como Huaraz y Chimbote fundamentalmente. Claro, los jóvenes desean seguir estudiando o trabajando y esas oportunidades no las tienen en su lugar de origen.
Empleabilidad y emprendimiento, son dos áreas en las cuales se deben trabajar políticas públicas desde el Congreso y el Ejecutivo en trabajo complementario. Áncash tiene más de mil lagunas, cientos de riachuelos y ríos y sin embargo no es el emporio de truchas que debería serlo. Tenemos tierras fértiles que tampoco han desarrollado la agroindustria ni siquiera al 25% de su potencial, hay minería y no orfebrería, hay posibilidades turísticas sin límites, pesca, etc., pero el talento juvenil debe ir a la capital para triunfar. Fomentemos incubadoras para aquellos mejores proyectos que generan los jóvenes universitarios y darle viabilidad, requerimos institutos de investigación que debería ser un legado de la minería. Hay mucho talento humano. Corresponden estimular desde el Estado para salir del letargo e indiferencia. Los jóvenes lo demandan, el Perú lo requiere.