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3 de julio de 2024

Te vendo mi partido (Expreso)

En tiempos de Vizcarra se produjo lo que ellos llamaron reforma política, que en realidad fueron medidas inconexas que agravaron en gran medida lo mal que ya venía la política  peruana. Se realizó un referéndum que costó centenares de millones de soles a vista y capricho del ídolo de barro; aquel, del “posicionamiento permanente” aun sobre pilas de cadáveres en plena pandemia.

Vendieron la idea de que la valla de 750 mil afiliados para crear una organización política nacional era un exceso y debía bajar a 26 mil. Solo los llamados reformólogos saben por qué tan bajo. Pero la intención es clara: crear nuevas organizaciones políticas, desaparecer las existentes y dividir a los peruanos. Es cierto también que los escándalos de firmas falsas indicaban que una valla tan alta podía conducir al dolo como en el sonado caso de Toledo.

Colombia solía tener dos grandes partidos: liberales y conservadores, y también allá aplicaron una fórmula parecida a la del  Perú. En consecuencia, en las últimas elecciones, participaron 37 partidos políticos y una cédula de votación del tamaño de un papelógrafo que solo terminó por confundir más al ya aturdido elector en un mar de propuestas desde 37 flancos distintos.

El caos de la proliferación de partidos no es solo un tema nacional sino regional y ante el desorden prefabricado inventaron las PASO; unas elecciones que quienes la han vivido en Argentina, por ejemplo, no quieren saber más de ellas. Las PASO son en sí un gran negocio.

El 2026 habríamos tenido seis elecciones entre presidenciales y subnacionales. Si cada elección cuesta alrededor de 700 millones, se habría necesitado más de 4 mil millones de soles. Alguien dirá “la democracia cuesta”. Una cosa es costo, otra, despilfarro.

Al momento hay 28 partidos políticos “debidamente inscritos” en el JNE, no importa si en su ideario o sus consignas contemplen destruir la democracia peruana, el JNE los justifica en lugar de ponerse del lado de la República; otros 16 pujan por acceder al firmamento del partido propio. Un JNE como verdadero organismo técnico electoral, no permitiría este desborde autodestructivo.

¿Qué incentiva a decenas de desconocidos, sin preparación ni posibilidades a buscar el partido propio? Entre otros: la creada valla muy fácil de pasar, la sensación de que, desde Toledo o Humala, Vizcarra o Castillo cualquiera puede ser presidente, el error congresal de que los candidatos presidenciales se elijan senadores; no importan aquí capacidades o visión de país, cuentan las cuotas de poder y cómo sacarle provecho.

La proliferación de partidos es parte de una estrategia de “dividir para vencer” y así la izquierda caviar o extremista consigue filtrarse en segundas vueltas. Ahora, el Congreso eliminó la valla baja y la sube al 3% de los votantes de las últimas elecciones, unos 530 mil adherentes. De 600 mil los reformólogos la bajaron a 26 mil y el Congreso de tiempos de Dina lo sube a medio millón. Nadie sabe cuál es el criterio.

También existen fuertes intereses crematísticos que provienen de la lógica perversa de que tener poder político en el Perú supone volverse un nuevo millonario. Entonces, si tengo mi partido y existen caudillos como cancha puedo venderlo y ese es un buen negocio.