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25 de noviembre de 2011

Narcotráfico y Vrae


Si el Plan Colombia por efecto “globo”, trasladó el centro de gravedad del narcotráfico al Perú, situación que nadie vaticinó como una gran amenaza, hoy la gravedad de la situación debe ser el centro de atención. Número de muertes en crecimiento por “ajuste de cuentas”, expansión de los sembríos de coca con mayor producción y exportación de  cocaína, incremento del consumo interno de drogas, incapacidad para frenar el flujo de insumos químicos, que además los llamamos fiscalizados, incremento del número de “burriers”, presencia de carteles extranjeros y generación de clanes equivalentes peruanos, incapacidad para descubrir y juzgar el lavado de activos derivados del narcotráfico, exigua incautación de drogas en proporción a lo producido, crecimiento desmesurado de cultivos de amapola, escasas sentencias judiciales sobre capos importantes, plazos asombrosos para implementar medidas planteadas hace años y por si fuese poco, representantes de cocaleros elegidos en el ejecutivo y legislativo por votación popular. Estos, son algunos de los indicadores que muestran los niveles de penetración del narcotráfico en la sociedad peruana sin aparentes horizontes de control. Si las estadísticas sirven para determinar tendencias, estas indican que  galopamos hacia un escenario de violencia como lo fue Colombia o es México por estos días, y que el narco-estado no está demasiado lejos.

Entiéndase por narco-estado aquel en el cual los poderes principales así como las instituciones determinantes son influenciados en sus procesos de toma de decisiones de manera directa o indirecta en favor de estrategias que también pueden ser directas o indirectas para favorecer el narcotráfico, estas normalmente son imperceptibles a la observación común. Si algo garantiza la prolongación de este estado de cosas es violencia. El narcotráfico está asociado íntimamente a la violencia.  El solo hecho de presenciar que ya no es solo la coca sino la amapola como alternativa y complemento, demuestra la vena delictiva y que las acciones del narcotráfico tienden a hacerse cultura en un segmento mayor de peruanos. En términos sicológicos, hay un reforzamiento de la conducta ante la incapacidad de combatirlos. La amapola no es un sembrío ancestral peruano que exija el respeto de costumbres y sentimientos andinos. Esto último, así como los sembríos de coca en lugares alejados del Perú donde tradicionalmente no existe el consumo de hojas de coca, nos alertan que no se puede seguir cediendo espacios, pues seguirán ocupándose mayores áreas hasta hacer masa crítica.

Quien estas líneas escribe, ha sido parte del alto mando de las Fuerzas Armadas y por tanto testigo de excepción del problema en sus diversas dimensiones, especialmente en aquella ligada a la decisión política que creemos es el punto de partida para las soluciones.  Pues, la decisión política significa poco o nada, sin la férrea convicción de implementarla, es decir alinear decisiones con acciones. No se puede negar el avance en el Valle del Huallaga, o algunos golpes importantes como aislados de Dirandro; pero el control de insumos químicos fue un rotundo fracaso. Y en cualquier estrategia, reducir los insumos químicos estrangula la producción de pasta básica y de cocaína. Este es un tema muy interesante, pues se conoce que algunos insumos que llegan a las cuencas cocaleras, son importados y su empleo es limitado en el mercado, sin embargo los volúmenes de importación se mantienen incólumes. Un gran negocio sin dudas.

La erradicación es un dilema por estos días y creo no merece serlo. Se deben respetar las costumbres ancestrales de la población andina que necesita la hoja de coca para el “chacchado”, pero ello es mínimo y todos lo sabemos. También es cierto que mucha gente pobre baja del ande para mejorar sus condiciones de vida en la rentabilidad de la coca. Ellos son sin embargo, pequeños parceleros. ¿Qué sucede con las grandes plantaciones que no son para el consumo humano y claramente van al narcotráfico?, o aquellas ubicadas en las riberas del Putumayo donde nadie tiene la costumbre de “chacchar” y claramente son para el narcotráfico?. Más aun, aquellas plantaciones en lugares alejados del Vizcatán bajo la sombrilla de los capos del terrorismo. Hay que erradicarlas. En Tambopata, Inambari, La Convención, Aguaytía, etc, los cultivos se expanden como manchas de aceite. Son solo algunos lugares donde pronto se darán muestras de violencia pues los capos demandan seguridad armada para el trasporte, vigilancia de pozas, trasteo de insumos, etc.

Alguna vez plantee la posibilidad de un “subsidio por erradicación”, para los pequeños parceleros o cocaleros pobres, quienes podrían dejar de ser parte del problema y convertirse en parte de la solución, es decir involucrarse en la tarea de erradicación. Esta es una posibilidad concreta que garantiza el éxito en el largo plazo, pero conlleva asegurarle la sobrevivencia mediante una subvención por un plazo definido, el que tome generar producción sana, implica por tanto la inmediata sustitución de cultivos. Ayudar a dotar de valor agregado que permita competir con el precio de la coca, en este esquema, es una acción ineludible del estado, sin ambages que no deje las soluciones en manos del mercado e invertir en plantas procesadoras de café, cacao, frutas, etc., obviamente ello es solo parte de la solución, pues para obtener éxito, más que nunca se requiere que todas las fuerzas del estado puedan contribuir desde diversos ángulos y evitar que esta guerra se pierda por cansancio.

La herencia que asume este gobierno es difícil y como se aprecia, el problema tiende a una mayor complejidad. La reacción habrá de ser enfática, firme y desde ahora. No hay tiempo que perder. Atañe a la seguridad y defensa nacional y es responsabilidad del estado asumir la defensa, con todos los medios al alcance y no solo con la Policía Nacional.
Del mayúsculo problema que es el narcotráfico en su conjunto, el Vrae es solo uno de los focos, agravado por la presencia de una nueva expresión de Sendero Luminoso que hoy juega a ganarse el apoyo de la población. Justamente lo que el estado a través de sus sistemas debe realizar. Los hermanos Quispe Palomino tienen en el narcotráfico su base logística y estarían por vez primera, cerca de lograr una verdadera base de apoyo social con los cocaleros que amparan su accionar en el apoyo mutuo. Asunto complejo si esa población cuya adhesión hay que ganar, vive de la coca o sus derivados en casi un 90%,  en una zona donde campea la pobreza y todas las precariedades derivadas de la ausencia del estado. Paradójico, pero visto desde Lima la presencia del estado es poca y vista por los naturales, es excesiva pues perturba un modo de vida ya consolidado, como lo expresa Raúl Gonzales. El “modelo Vrae” de grupos terroristas y narcotráfico apareados en interés común, puede ser replicado en otras cuencas y solo será cuestión de tiempo si no se adoptan acciones con verdadera convicción de vencer en todos las etapas y dimensiones del fenómeno: lavado de activos, control de insumos químicos, justicia, erradicación, trasporte, comercialización, etc,. ¿Veremos algún día a un varón de la droga de cuello y corbata, lavador de activos y cabecilla soterrado del narcotráfico, sentenciado por el poder judicial?. Ello marcaría un giro importante como positivo en esta guerra pues sería expresión que los sistemas funcionan de manera articulada.

En el siglo XXI, las batallas para conquistar áreas estratégicos siguen vigentes, con una gran diferencia; que tiene la característica de reconquista de espacios controlados por el crimen y se da al interior de nuestro propio país. Debemos controlar todos los espacios de nuestro territorio. Por otro lado, si el crimen organizado que campea en Centro América logra posicionar sus métodos en nuestro país atraídos por el estado de cosas, entonces seremos testigos de un efecto multiplicador de la violencia. Entonces, ningún recurso del estado puede ponerse de perfil en este problema, los gobiernos regionales en el caso del Vrae por ejemplo, miran el problema como extraño a sus responsabilidades, cuando deben ser los principales interesados. Las tropas de las Fuerzas Armadas y ejercito en particular no pueden ser más los soldados bisoños de conscripción. Al respecto, se consiguió la Ley de Tropas Especialistas o profesionales a fin de crear un núcleo permanente que se complementen con los conscriptos y reduzca el efecto rotativo de tropas. Sin embargo el MEF se encargó de congelar el tema. Cuanto más tarde peor.