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12 de noviembre de 2011

Perú y Chile: La transición permanente


Los países latinoamericanos viven sus relaciones en constante reacomodo. Especialmente desde 1,959, el comunismo buscó y encontró socios ideológicos en parte reavivados hoy desde otra perspectiva. Ello se complementa con alineamientos de orden económico y cultural.
Sudamérica, tiene su propio ensamble en base a intereses coyunturales con la característica, que esos intereses pueden cambiar según se suceden los gobiernos. Por su parte, Perú y Chile viven un tránsito permanente en sus relaciones que pueden pasar del deshielo promisorio al congelamiento o acaso la fricción, por declaraciones o actitudes obstinadas, algo beatonas y poco transparentes a ambos lados de la frontera.

El siglo XXI, halló al Perú con "sangre en el ojo", producto de la entrega de armas por  Chile al país del norte en pleno conflicto. Al ser garante de un  protocolo, existía la esperanza que junto a los otros tres, fuese totalmente neutral. No todos lo fueron y lo sucedido degradó las relaciones y reavivo más las desconfianzas sempiternas.

Las relaciones peruano-chilenas nunca van a mejorar si no tenemos el coraje  de confrontarlas con realismo y definir los problemas sobre los cuales han casi naufragado. Recordemos que en materia de estados, la amistad es cuestión de personas y por delante están los intereses. Si lo anterior es cierto, el problema se encuentra en los intereses comunes no hallados, que permitan que las relaciones no sean de amor y odio, sino de compartir visiones en un tiempo y espacio privilegiados frente a la región de mayor crecimiento y un mundo cada vez mas pequeño y demandante.

Por otro lado, la reciente buena química entre los presidentes García y Piñera u otras en el futuro, edulcoran la diplomacia, pero al final del día no determinan, pues la propia alternancia democrática se encarga, de colocar en el poder nuevos actores que a pesar de las políticas de estado, pueden añadirle visiones particulares a la bilateralidad.

Así como coexisten comunidades diversas en procesos de transición a la modernidad, por igual, Chile y Perú coexisten y sus relaciones no han alcanzado un punto finito donde la transparencia reemplace a la lobreguez, la modestia a la petulancia, la confianza a la malicia. Por ello están siempre en tránsito. Pero, ¿en transición a dónde? He ahí la cuestión.

Los dos países pueden generar sinergias extraordinarias si encuentran equilibrios y balances en sus relaciones en ocasiones precarias y carentes de empatía en una suerte de yin yang que en momentos suena a yin-yin por obtusas para aceptar y administrar diferencias por vía directa como la imposible, que condujo finalmente a La Haya. Pero, es La Haya y su veredicto la gran oportunidad para iniciar una nueva y definitiva historia, con madurez y apego a la legislación internacional. Si en una querella alguien gana y alguien pierde, que la frustración no degenere en fricción, menos en agresión de uno u otro lado pues tendríamos otro siglo perdido y funestas consecuencias  para futuras generaciones. Si la tolerancia a la desazón es superior, el horizonte será de convergencia inevitable.

Impasses y percepción de impasses, han sido frecuentes. Con o sin razón. Mas, el simple hecho de haberlas  sobrellevado o superado indica que subyace un espíritu poco  estimulado, digno de mejores destinos. Liderazgos visionarios, que no centren la vecindad solo en los negocios que parece lo más feliz en la actualidad dual, son necesarios en momentos cruciales de cuasi definición de las relaciones de dos pueblos. Ecuador y Perú vienen dando un ejemplo de cómo superar diferencias históricas, en silencio, con humildad pero con propósito. La tendencia mundial clama por bloques, alianzas, comunidades, etc, Chile y Perú pueden hacerlo. Menos murmuro y más cooperación seria la apuesta ganadora.