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31 de enero de 2024

El valor de la inteligencia y contrainteligencia (Expreso)

Dos elementos fueron determinantes para vencer al terrorismo en el  Perú: inteligencia y apoyo de la población. Con un buen sistema y, su producto, la inteligencia predictiva, se pudo capturar a cabecillas o asestar duros golpes a las organizaciones criminales. El apoyo de la población es capital, pues los terroristas como los delincuentes comunes viven dentro de ella y lograr el apoyo de la población es un arte decisivo que los especialistas muy bien conocen.

La inteligencia y la contrainteligencia actúan como un yin yang que siendo opuestos, son complementarios. Así, la inteligencia busca información sobre el enemigo, su organización, capacidades, posibilidades y debilidades y la contrainteligencia debe negarle éxitos a la inteligencia adversaria. Si uno de estos subsistemas falla, el sistema inexorablemente fallará, y si fallan los dos, el caos será el reino del día a día.

Están frescas las imágenes de la presidente de la república jaloneada en Ayacucho, hecho que pudo alcanzar el nivel de magnicidio si es que alguien se lo proponía, así de cruento. Como frescas están las confusas decisiones del régimen para resarcir el daño. La incompetencia que sintetiza el desconocimiento, la falta de inteligencia, el exceso de confianza o la falta de profesionalismo en ese nivel, es muy grave pero no se puede incurrir en excesos si es que antes no depuraron el Estado de toda la infiltración castillista-cerronista que incluye a los ministerios y organismos integrantes del propio Consejo de Seguridad y Defensa Nacional.

La inteligencia y contrainteligencia son asuntos de Estado; sin embargo desde décadas atrás sus estructuras orgánicas incluyendo sus recursos humanos han sufrido mas de la cuenta. Debió crecer para hacer frente al terrorismo y nunca fue modulado cuando el terrorismo alcanzó su punto culminante y prefirieron desbandarlo. Apareció el SIN y sin archivos debió crecer desde cero. Humala en uno de sus tantos excesos elimino súbitamente el arma de inteligencia del Ejercito. En el catastrófico interregno de Castillo, en lugar de profesionales ubicó no solo a sus paisanos, sino algunos impresentables e incompetentes que siguieron dañando el sistema.

Si el sistema funcionase, todos los cabecillas de las bandas que asolan el Perú estarían tras rejas, los caciques como Cerrón u otros no se burlarían de la justicia, o los vándalos que paran el Perú cuando se les antoja, estarían referidos y no sucedería lo de Machu Picchu, o los cárteles de la droga no seguirían expandiéndose. Urge regenerar el sistema y dictar el marco legal que impida que sistemas vitales del Estado caigan en manos de transeúntes por favores políticos o sean sometidos al servicio particular del “monarca” de turno.

¿Cómo estamos en inteligencia estratégica en el frente externo?

Por Otto Guibovich