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19 de mayo de 2015

Treintaicinco años de Terrorismo

El 17 de mayo de 1980, en Chuschi un poblado a más de tres mil metros de altitud sobre el nivel del mar, la organización terrorista “Sendero Luminoso” le declaró la guerra al estado peruano. Simbólicamente y en muestra de desprecio al sistema democrático que se restablecería con elecciones a nivel nacional, quemaron urnas y otro material electoral.

En aquella época, Chuschi y miles de poblados del ande peruano eran extremadamente pobres sin programas sociales ni mucha esperanza de vida, una herencia que puede ser motivo de muchos escritos y se remonta a siglos de desencuentros y ausencia de un liderazgo nacional integrador en soluciones. Situación que ya no es la misma gracias al crecimiento económico de las últimas décadas.

No es la pobreza sin embargo la causa del terrorismo, caso contrario más de 4 mil millones de personas pobres en el mundo podrían serlo. O nunca habrían aparecido movimientos terroristas como las Brigadas Rojas en Italia o el Baader Meinhof en Alemania, países que no compartían índices de pobreza, que “agudicen las contradicciones y justifiquen guerras revolucionarias”.

El terrorismo de Sendero Luminoso tuvo su rudimento en la ideología marxista-leninista-maoísta a la que su cabecilla criollo le incremento el rótulo de “Pensamiento Gonzalo”. Una confusa conjugación ideológica que sin cortedad incluía plagio de ideas de obras maoístas y difundidas como dogmas senderistas sin pudor por su gonfaloniero Abimael Guzmán.

La aventura terrorista de Guzmán nació muerta, sin futuro y solo podía causar más muertes como lo hizo. El diagnóstico sobre el Perú de entonces no fue sino una copia del hecho por Mao de su realidad en las década de los 30 y 40 del siglo pasado y el Perú ni por asomo se parecía a China. “El Perú es un estado semifeudal y semicolonial…” era la premisa básica de su “guerra popular”. Una misma línea de base para dos realidades diferentes demuestra que el tal "Gonzalo" no era el pensador y genio de la “Cuarta Espada del Marxismo” sino un egresado de la escuela china de Nanjing y plagiario que despreciaba la vida y propuso la “República Popular de la Nueva Democracia”, cuyo costo sin pudor, estimó en millones de muertos. Nada menos.

Las secuelas de su paso cual galerna, incluye decenas de miles de muertes invaluables, huérfanos y familias divididas, centenares de miles de refugiados -hoy migrantes afincados en ciudades-, infraestructura destruida cuyo costo a precio actual es incalculable, daño psicológico individual y colectivo a la nación peruana que se expresa violentamente en el desprecio por la vida que hoy, bandidos incluyendo sicarios, le infligen a diario a la sociedad, en las calles, en las protestas antimineras o en los lugares alejados donde no llega aún el “estado ausente”.

Su discurso etiquetado con fraseo insinuante e interminable, apelaban al subconsciente individual y colectivo pero nunca fue entendido por campesinos inocentes o simplemente a ellos no les interesaba. Por ello pagaron con su vida mientras desde el poder nacional central desconcertado, se les llamaba abigeos. Los líderes políticos, desconectados invariablemente de la realidad: sin inteligencia informativa ni emocional, sin entender el entorno, con desconfianzas internas, sin visión política, etc., tardaron como siempre en tomar decisiones.

Cuando las decisiones fueron tomadas no todas fueron atinadas. Era una situación difícil. La propagación cual mancha de aceite de la violencia, desconcertaba más y apremiaban soluciones.

Las FFAA fueron las grandes sacrificadas. No solo debieron hacer frente en combate a terroristas fundamentalistas apoyadas por algunas ONGs sin mayor empacho, sino, debido a que fiscales por temor liberaban terroristas y no denunciaban, decidieron que lo asuman fiscales militares. Si los jueces eran asesinados e intimidados, se nombraban jueces militares. Como los políticos renunciaron a asumir el rol que les correspondía en crisis, se nombraron Jefes político Militares. Las FFAA terminaron acometiendo tareas militares, políticas, judiciales, fiscales, sociales y otras ante un estado incapaz de pasar eficientemente del estado normal de derecho al de emergencia grave.

El camino fue largo y doloroso. Hay que reconocer que las FFAA abrumadas con todas las tareas asignadas, tampoco estuvieron particularmente al inicio de las operaciones, en condiciones de combatir eficazmente debido a la naturaleza del enemigo terrorista. Es que cada movimiento de este tipo es único en su esencia. No hay dos iguales en el mundo que permitan fórmulas de solución replicables. El proceso de aprendizaje puede ser oneroso en experiencias, vidas, mutilados, angustias de la población, desesperanza, pero finalmente se encontró el camino que no era otro que el marco legal adecuado a la emergencia y la indisputada alianza con la población, potenciadora de la inteligencia operativa.

La captura de Guzmán y su cúpula significó el comienzo del fin del plan de “destruir el estado peruano para construir la República Popular de la Nueva Democracia”, pero los jadeos del terrorismo aun sacuden el ambiente como cruel evocación a esa generación que los combatió y sufrió. En el Vraem subsisten debilitados, remanentes supérstites del terrorismo. Aun secuestran mujeres y niños, aún asesinan “soplones”, aún tienen un vago proyecto político, atado y concordado al narcotráfico. Pero están las FFAA y PNP que los combatirán hasta el final.

La caída de Guzmán y sus cómplices inmediatos, el arrepentimiento de centenares, la mejora de la economía, etc,. ¿Son suficientes para creer que el terrorismo ha sido erradicado para siempre?. Categóricamente NO. El germen ideológico sembrado por mucho tiempo caló profundo en muchos fanatizados que consecuentemente nunca han dejado de concienciar nuevo adeptos principalmente entre jóvenes intonsos. ¿Dónde?, a nivel nacional pero principalmente en las universidades. Esa es tarea directa de los redivivos y el Movadef es su punta de lanza.

Hay otra estrategia indirecta de carácter judicial que busca liberar a Guzmán como objetivo máximo. Y como objetivo mínimo lograr que muchos terroristas dejen la cárcel a la par de encarcelar militares y policías. No por gusto. Los liberados tienen tareas concretas de continuidad para superar el recodo. ¿Sorprende que Movadef intente engatusarnos como partido político y muestre 75 comités a nivel nacional?. Tampoco. Casi tres comités por región y hoy pueden ser más. Es que algunos creen que el problema ya no amenaza el estado de derecho.

En el camino, la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional (CVR) hizo una gran contribución en visibilizar aspectos sociales, económicos, etc, que muchos ni conocían. Pero la reconciliación es un ensueño a partir de inexactitudes y acusaciones a las FFAA de violación sistemática de derechos humanos, así sea en ciertos momentos y lugares. Como miembro de las FFAA, asignado en reiteradas oportunidades en zonas de emergencia, afirmo que ello no fue así. Lo cual no exime los errores o excesos producidos.

Extrañamente la CVR ha hecho coincidir a las FFAA y el Movadef, en sostener que el informe de la CVR contiene inexactitudes. Son seres humanos quienes tuvieron plazos perentorios erróneamente establecidos. Pero lo extraño es que muchos de ellos no lo admiten, mientras algunos agentes son condenados en virtud de ese informe que no debía ser vinculante si recogió data sin fiscales a la vista.

Como corolario de esta apretada síntesis, hay que sostener que hoy, a los retazos de ese terrorismo tóxico, los vemos apedreando policías en cuanta revuelta haya. El salvajismo para volar la masa encefálica del cráneo del hoy fallecido Brigadier Vasquez Duran en Islay, paradójicamente tierra de Guzmán, es el mismo que emplearon en décadas pasadas en Lucanamarca. Embozarse el rostro para agredir a la autoridad y no ser identificados (que debería prohibirse), es el clásico estilo terrorista.

El estado peruano que no supo consolidar la victoria sobre el terrorismo, debe estar en alerta y no menospreciar la nueva faceta de esta gavilla. Siguen vivos, no han renunciado a sus dogmas, se adaptan camaleónicamente, usan de la violencia sabiendo que la policía no usará armas contundentes, matan policías sabiendo que nada les pasará, crean comités que son una suerte de bases de apoyo, hacen política, ya tienen autoridades locales y alguno regional y aspiran a tener muchos más, poseen una logística narcotraficante sin límites. Siguen reconstituyéndose bajo otra careta. Su metamorfosis no ha concluido y hay que ser ciegos para no verlo e irresponsables para no aceptarlo.

Treintaicinco años después y en memoria de civiles y militares quienes dieron la vida por salvar la democracia que acaso ni la entendían bien, debemos decir con claridad, terrorismo nunca más.

4 de mayo de 2015

Minería: Desde el Primer Día


La minería en el Perú, carga una loza muy pesada, en gran medida por referencias negativas como ríos o lagunas afectados y pasivos ambientales sin solución desde la época de la colonia. Hoy la versión moderna de una minería con clara responsabilidad social, resulta frágil en un entorno intoxicado ideológicamente, que apela a estos antecedentes y se apoya en la ausencia de autoridad y liderazgo de quienes deben ejercerlo.

No se puede negar el problema ideológico, consiguientemente político, social y de graves consecuencias económicas. Un sector de la izquierda, sin ser gobierno “decidió por nosotros” que debe parar la industria extractiva y entre ellos, se filtran rezagos de un terrorismo supérstite que cree haber encontrado una agarradera de donde colgarse para sobrevivir o hacer su interface en el tiempo. Salvo el poder, todo es ilusión.

A pesar de este escenario, los estrategas de quienes invierten en minería y del gobierno -anodino cuando se trata de minería- aparecen desconcertados sin entender como viene la amenaza y por donde debe ir la estrategia ganadora. Una breve explicación del porque de esta afirmación.

Al inicio de cualquier proceso minero, siempre existirán dos pequeños grupos en cierta medida antagónicos: los promineros y antimineros. Ambos son minorías y al centro está la gran masa poblacional que inicialmente es neutral y que ira cambiando de parecer y tomará partido por alguna de las opciones que rompa la neutralidad.

Invariablemente en cada denuncio o proyecto de inversión minera va a suceder la misma lucha silenciosa. Inicialmente la población es permeable a los discursos de ambos lados. Del lado prominero y del gobierno se desaprovechan oportunidades generando el vacío ideal para que los antimineros con poca vergüenza realicen campañas con medias verdades y mentiras para generar desafección, desconfianza y finalmente rechazo.

Lamentablemente, del lado de los inversores y del gobierno no se hace una campaña equivalente pues siguen sin comprender que hoy, estos proyectos pasan por ganar la adhesión de la población. Ningún EIA será suficiente si no hay el convencimiento colectivo de las bondades de la inversión, es decir si no se ganó la mente y los corazones de la población. Así será al menos por las próximas décadas.

Hagamos un esfuerzo para entender lo sucedido en el combate al terrorismo en décadas pasadas. La población fue el campo de batalla que el terrorismo busco conquistar concienciando sin ningún contrapeso. Cuando las fuerzas del orden llegaban a las zonas de emergencia eran vistas como enemigos en virtud a esa campaña tóxica. Se ganó, cuando la población inclino la balanza del lado del bien.

Salvando las distancias, cuando una parte de la población se niega al desarrollo del proyecto, niega el diálogo, bloquea carreteras, ataca a la policía, etc., es que se ha llegado a un nivel de cristalización del trabajo ideológico antiminero. ¿Es en ese momento cuando proinversionistas y gobierno deben actuar?. No. Demasiado tarde y  solo confirma que la actitud no puede ser reactiva sino inevitablemente preventiva.

Se requiere entender el problema para encontrar soluciones definitivas. Si queremos minería, hay que trabajar desde el primer día con la población para explicar la responsabilidad social que incluye el compromiso de no dañar el medio ambiente, las posibilidades concretas de generación de empleo en el lugar y alrededores y la mejora del nivel de vida de los pobladores, de los beneficios del canon en los próximos cinco o diez años y tantas ventajas que ofrece un proyecto minero responsable.

Es en resumen, una lucha por ganar la adhesión de la población en torno al proyecto y el esfuerzo debe venir desde el mas alto nivel del gobierno e incluye a inversionistas que no pueden dar por sentado  el desarrollo de ningún proyecto si previamente no han hecho el trabajo de convencimiento y de negación a las ofertas tóxicas de ambientalistas fundamentalistas, mezclados con exterroristas, y otros grupúsculos que no dudan en usar la violencia cuasi terrorista para sus fines como en Tía María.

Hay que tener en cuenta que el esfuerzo antiminero es sostenido y de gran cobertura, cuentan para ello con una logística impresionante que bien haría el gobierno en investigar sus orígenes. No sabemos para quien trabajan. Si el esfuerzo fuese altruista, buscarían diálogo y soluciones óptimas para ambas partes y no la negativa apoyada en la violencia.

Está probado que los antimineros en general actúan al extremo y para sembrar la desconfianza, el miedo y finalmente el rechazo del proyecto pueden mentir con gran cinismo, ello brinda una oportunidad dorada a la ética empresarial que sustentada en proyectos transparentes prediquen con la verdad porque es real que la minería puede traer grandes beneficios para los peruanos.

Asegurar que los poblados pequeños de alrededores de un proyecto minero, normalmente muy pobres, no sigan siéndolo después de algunos años da una gran ventaja moral sobre los antimineros.

Bienvenidos, al mundo de ganar la adhesión de la población y de negársela a los extremistas, si queremos minería sustentable.