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11 de abril de 2017

En los desastres la ayuda llega del cielo


En los últimos días revivieron viejas discusiones en la prensa, sobre la inversión social frente a la necesidad de adquirir más helicópteros para las Fuerzas Armadas (FFAA). Si el periodista es ideologizado, resulta irrelevante tomarlo en cuenta pues algunos buscan debilitar a las FFAA al considerarlas un obstáculo en sus pretensiones de alcanzar el poder a cualquier costo. Cuando no son aquellos que se auparon a dictaduras militares o cabalgaron con ex militares políticos como Humala con tal de hacerse del poder, entonces el asunto si preocupa.

¿Por qué algún periodista afirma que es innecesario invertir en helicópteros “pues no estamos en guerra"? Solo hay una explicación: desconocimiento de asuntos relativos a seguridad y desconocimiento de la realidad nacional. Es no conocer el Perú ni entenderlo en su contexto y proyecciones. Mencionaré algunos temas en ese marco.

En Octubre del 2003, en México, se aprobó la denominada Declaración sobre Seguridad en las Américas en la cual se define que el fundamento y razón de ser de la seguridad es la protección de la persona humana y afirma que la seguridad se fortalece cuando se profundiza su dimensión humana es decir, se respeta la dignidad, los DDHH, libertades fundamentales, se promueve el desarrollo humano, la inclusión social, educación, se combate la pobreza, hambre, enfermedades, etc.

Este enfoque, que amplía el concepto tradicional de defensa y seguridad de los estados para incluir asuntos políticos, económicos y sociales, redefine la noción sobre amenazas, es decir casi todos los campos del quehacer humano pueden incubar y explotar amenazas a la seguridad. Ello impone redefinir la seguridad y defensa como un asunto eminentemente multidimensional y que ya no puede estar ausente en los decisores políticos y la influyente prensa nacional.

Esa es la sombrilla bajo la cual se debe entender la seguridad y defensa en el marco de la OEA, sin dejar de mencionar que la misma declaración define que cada cada estado es soberano en asuntos de seguridad y defensa, por lo tanto entendamos que hoy conviven los conceptos añejos y tradicionales con aquellos del nuevo enfoque. Por ello es necesario mirar ambos temas sin cerrar los ojos al mismo tiempo.

Entendamos el Perú de otro lado. Con respeto por todas las universidades del país (por algunas de las cuales he transitado), estas, carecen de programas de enseñanza del Perú como objeto de estudio. Uno de los pocos, es el Centro de Altos estudios Nacionales (CAEN) donde el Perú es la asignatura principal para conocerlo en todos sus atributos, flaquezas y posibilidades. Y el Perú es un país excepcional en el más amplio sentido de la palabra. Combina una geografía agreste que va desde el árido desierto a las anegadizas selvas, pasando por una cordillera extensa que nos hace más grandes; con una nación verdaderamente de naciones, dispersa en miles de lugares, a muchos de los cuales aún no llegamos como estado.

Imposible obviar en un resumen del Perú, nuestra ubicación en el Cinturón de Fuego del Pacifico y ser por ende vulnerables a terremotos. Somos vulnerables a la debilidad del Anticiclón del Pacifico Sur cuando es incapaz de impulsar aguas frías de sur a norte que impidan el acceso de aguas calientes desde el Pacifico lejano hacia nuestras costas y lo pagamos con vidas, viviendas, carreteras, puentes, epidemias, etc. Somos vulnerables a huaycos, inundaciones o sequías y "friajes" cuando La Niña sucede a El Niño. Se nos vienen problemas de agua con lagunas que languidecen tan rápido como crece la población que demanda agua. Somos vulnerables a la depredación de la minería ilegal e informal y de cocales que degradan tierras y narcotráfico que contamina los flujos de agua.

Las FFAA son las más aprestadas y versátiles para dar respuesta inmediata a cualquier amenaza si aceptamos que la persona humana es la razón principal de la seguridad y defensa. Por fortuna, se va perdiendo el temor a que las FFAA salgan de los cuarteles por el recelo, nacido de la incursión indebida en la política que queda para siempre en el archivo. Las FFAA hoy están alejadas de asuntos políticos que no vienen ligados a la seguridad y defensa nacional.

Los recientes dolorosos sucesos en el país han demostrado la importancia de las FFAA, PNP, Bomberos y el sentido de oportunidad en la respuesta. Con carreteras y puentes destruidos se estableció el puente aéreo y localmente fueron los helicópteros los de la importante tarea de salvataje, evacuación, abastecimiento, distribución, trasporte, etc. La gran carga puede llegar por vía marítima hasta ciertos puntos, pero si el problema es tierra adentro la ayuda rápida y oportuna llegará siempre desde el aire.

No hay espacio para disquisiciones. En un mundo incierto con cambio climático en curso, con millones de compatriotas dispersos en lugares alejados, nuestra flota de helicópteros no debe ser menor a 100 unidades. Sigamos el ejemplo de Colombia que nunca escatimó en invertir fundamentalmente en aeronaves de ala rotatoria. Sus problemas internos y geografía se lo imponían. Pues, nuestra geografía es más agreste que la vecina y nuestro contexto arriba mencionado es mucho más complejo.

Se hace también importante que la actual Gran Unidad de Aviación del Ejército, descentralice batallones de helicópteros (y cree alguno más), a cada una de las grandes regiones del país y tenerlos “a pie de obra” ante cualquier contingencia para que las soluciones más rápidas y oportunas lleguen a nuestros compatriotas. La nación lo necesita y para ello tienen a sus FFAA.

Un antiguo Batallón de paracaidistas del Ejército del Perú tenia como lema: "La furia baja del cielo". Hoy, las soluciones a los desastres naturales llegan del cielo, vía helicópteros.

9 de abril de 2017

El reto del Ministro Nieto


No es fácil la tarea recibida por el actual responsable del despacho de defensa. Lo ideal sería tener a un ministro mirando al futuro y buscando enganchar el sector dentro de las demandas del siglo XXI; tarea complicada cuando hay lastres legados por el humalismo, que no pueden pasar por agua tibia si se pretende avizorar con determinación el futuro.

El ejecutivo ha cumplido con el compromiso expuesto en su plan de gobierno de crear una comisión que evalúe lo actuado por el régimen saliente en gestión de recursos humanos, pues ya se sabía de la ruptura de normas en algunas instituciones para favorecer a allegados.

Como en muchas burocracias que privilegian el hecho consumado, aparecen críticas a la comisión, su conformación, sus conclusiones, nombres  de mas o de menos y esgrimen que es una intromisión que afecta la institucionalidad. Vaya absurdo. Para entender esta postura hay que entender también la cantidad y cualidad de los actores involucrados.

De un lado están quienes prefieren el statu quo donde la utilidad es más práctica que la verdad. Si alcanzaste tus objetivos personales y puedes sostenerlos, ¿para qué cambiar el estado del arte?. (En las negociaciones de paz en Colombia alguien diría: nadie negocia para ir preso si puedes sostener tu estatus). Entonces, el escrutinio para unos puede oler a azufre.

De otro lado están quienes fueron atropellados en sus derechos al ser cesados injustamente para generar espacios y buscan recuperar sus derechos, viven una vía crucis inaceptable. Algunos acudieron a la vía judicial y fueron reincorporados con derechos menoscabados por el tiempo y oportunidades perdidas. Otros van al ritmo impredecible de los procesos que uno sabe cuando empiezan y no cuando terminan. Con los procuradores de defensa haciendo su trabajo los cesados deben enfrentar la lentitud de la justicia y a los procuradores bajo control del propio sector que los expectoró. Una lucha desigual.

La institucionalidad debe ser entendida como el imperio del derecho, donde las normas se apliquen a todos por igual siempre. En las instituciones castrenses las jerarquías diferencian bastante y son las normas y su aplicación correcta las que igualan a las personas. La meritocracia es un activo fundamental y las actas que la sustentan no pueden desaparecer, ni los sistemas de cómputo ser alterados sin que ello no indigne o cesar oficiales que durante 30 años demostraron su valía, en una expresión de desprecio por el mérito, el esfuerzo personal, el plan de carrera y vida de un profesional. La astucia no puede suplir al mérito.

Humala tuvo la gran oportunidad de respetar y sentar las bases de una sólida institucionalidad proyectando al tercer siglo la marcha del ejército en particular. No solo la desperdició sino causó heridas que tomará tiempo cicatrizar particularmente si no se resarce a los afectados y apostamos por un nunca más, con convicción.

El problema es claro: se hizo tabla rasa de normas para cesar a unos y promover a otros rápidamente. Puede haber la idea que las decisiones correctivas afecten más a la institución y algunos prefieren dejar que el tiempo se encargue. Muy peligroso, pues equivale a tapar el polvo con la alfombra. Un laissez faire que pretenda que los problemas se arreglen solos, garantizaría que estos se repitan ¿para lamentarlos en 2021 o 2026?.

A grandes males, grandes remedios. Y en este caso la cura debe llegar desde el lado del derecho y de la proyección institucional donde jóvenes generaciones no vean este problema como una rutina desalentadora. Hay que reparar y mejorar las normas derogando aquellos dispositivos legales o sus reglamentas que afectaron y afectan a las personas. Recordemos que el régimen pasado también afectó a los veteranos conculcando sus derechos pensionarios. Y algo hay que cuidar: no incurrir en los mismos disparates del humalismo. Lo peor que puede pasar es que detectadas algunas irregularidades no se actúe en consecuencia.

Un riesgo siempre merodea en el ambiente y podría tipificarse como el "Síndrome de Estocolmo Burocrático", donde las autoridades por afinidad o proximidad laboral, se congracien con un estado de cosas que pueden no mostrar evidencias diarias de lo sucedido y que induzca a creer que todo es normal y limite las decisiones. Esperemos un nunca mas, he ahí el reto.