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26 de enero de 2015

La Pluma es más Poderosa que la Espada


“La Pluma es más poderosa que la espada” escribió Edward Bulwer, un británico del siglo XIX, en una obra teatral sobre conspiraciones. Algunos analistas de la época gustaron más de la sentencia que de la obra misma y vaticinaron larga vida al aforismo “perdurara por los siglos de los siglos”. No se equivocaron en tanto define una verdad vigente.

Con diferentes palabras en 1792, Jefferson sostuvo el mismo principio: “hay la necesidad de continuar haciendo con la pluma lo que en otros tiempos se hacía con la espada”. Napoleón Bonaparte a comienzos del siglo XIX sostuvo: “Cuatro periódicos hostiles son más de temer, que mil bayonetas”. Incluso Miguel de Cervantes en El Quijote, hizo disquisiciones en torno a la preponderancia de las letras o las armas como un asunto de debate en la época.

Europa ha sufrido no solo las dos guerras más atroces de la historia sino también ataques terroristas letales. En 1972, el palestino “Septiembre Negro”, asesinó once deportistas israelíes en Munich. En 1,980, terroristas iraníes opositores del Ayatollah Jomeini, capturaron la embajada iraní en Londres cuyo rescate fue visto por  televisión. O el reciente atentado contra el metro y trenes de cercanía de Madrid, los intentos frustrados en varias capitales europeas de Al Qaeda, etc. Hitos de terror que jalonan los recientes bárbaros atentados en Francia. Lo de Charlie Ebdo, no es pues un hecho aislado, ni lamentablemente será el último.

La masacre de Charlie Hebdo y los tres días de zozobra en Paris, son atentados contra expresiones de la cultura occidental que no han llegado a ser asimilados por los propios franco-musulmanes que en lugar de transculturación, han trasplantado su cultura a un país donde pueden sentirse marginales siendo minorías. La veintena de muertes busca gestar terror en la población y particularmente en quienes disfrutan la libertad de expresión como parte de su vida diaria y en virtud de la cual pueden juzgar, lisonjear, deificar, aplaudir, satirizar y también combatir los totalitarismos nacionalistas, ideológicos, religiosos, de clase, o cualquier pelaje.

El terrorismo en general, es vulnerable a la pluma del escritor, a la enjundia del analista, a la creatividad y cálamo del caricaturista, al meollo del ensayista, a la crítica periodística o al relato del cronista. La libertad de expresión es la kryptonita que descodifica que tras la fermentación religiosa, puede existir un demoniaco plan, o que la trivialidad de las ideologías o el dogmático nacionalismo, son simples mascaradas para ocultar xenofobias, racismos o sectarismos.  La libertad de expresión puede sonar frágil cuando la contrastamos a los riesgos que la asechan, pero junto a otras libertades humanas, es el blasón contra el absolutismo.

Las naciones europeas como todos los países que viven un estado de derecho y alcanzan niveles de desarrollo y confort, suelen relajar sus mecanismos de vigilancia y defensa y caen víctimas de un exceso de confianza. Están y no están en el conflicto como le pasó al Perú a mediados de los 80s. Francia está muy involucrada contra al Estado Islámico como lo estuvo contra la Libia de Gadafi, por lo que le llovieron amenazas. Como en muchos casos, los sistemas de inteligencia simplemente no funcionaron de manera predictiva y ahí las consecuencias.

Faltó toma de conciencia para entender que confrontar al terrorismo es similar en intensidad a la guerra fría pero las estrategias exitosas difícilmente están en un campo físico de batalla, sino en una población que contiene minorías no asimiladas y para quienes asesinar puede ser parte de una obligación casi sagrada y perder la vida el martirologio que los lleve a la gloria por una “causa justa” que Francia ni nadie en occidente la pueden entender.

Si la dualidad población e inteligencia son fundamentales en cualquier esquema de combate al terrorismo, en el caso francés la población ha demostrado en la multitudinaria marcha de casi el 10% de su población capitalina y más de cuatro millones a nivel nacional, la voluntad de no replegarse, sino de luchar por sus valores. Habrán de revisar conceptos xenófobos, asimilar a los migrantes y no permitir la formación de guetos de culturas no diversas sino sustancialmente antagónicas. La diversidad cultural es una fortaleza, pero las visiones opuestas conducen a colisiones.

Algo debe quedar muy claro aquí y en Europa: que la pluma escribe las reglas de empleo de las armas, la pluma redacta declaratorias de guerra o armisticios. La pluma seguirá pues, siendo más fuerte que la espada y ciertamente que todas las bombas de cualquier terrorismo extremista.